[vc_row][vc_column][vc_single_image image=»2985″ img_size=»full» alignment=»center»][vc_separator color=»green»][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]La puesta de sol en Atalaia era uno de los momentos mágicos de estas vacaciones por Portugal. Muy cerca del bnb que habíamos alquilado, había un paso hacia los acantilados y después de volver de las excursiones o de la playa, nos solía recibir un cielo hinchado de naranjas y dorados.
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La costa de Atalaia.
La preciosa playa de este pequeño pueblo, es mucho menos conocida que otros grandes puntos de la zona como Ericeira, Peniche o Nazaré. Esto significa muchos menos servicios y comodidades, claro está; pero lo que se pierde en este sentido, se gana en tranquilidad.
De hecho el pueblo no es gran cosa, no tiene mucho atractivo para el turismo más allá de su magnífica playa. Suele ser el destino de segundas residencias familiares, que escapan del calor los fines de semana y vacaciones. Y por las mañanas, cuando la mayoría de la gente está trabajando y el calor no aprieta (el termómetro de esta costa portuguesa tiende a ser fresco, y el agua bastante fría), no es raro que se comparta la arena apenas con una bandada de gaviotas en pleno Agosto.
Supongo que esa temperatura del agua oceánica, es lo que ha evitado que la costa de la Estremadura portuguesa sea un destino masivo (si evitamos destinos como Nazaré, agobiantemente turística).
Pero si sólo buscáis un destino tranquilo y relajado, con una buena playa por la que pasear o leer, es una gran opción. Y con el extra de la magnífica puesta de sol en Atalaia.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]
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