Kuala Lumpur no era más que una escala en el viaje a Sulawesi. Una parada donde descansar tras 17 horas de vuelos y aeropuertos, sin más espectativas.
Y por darse un caprichito tras tanto avión (un capricho bastante asequible la verdad), decidí reservar apartamento en una torre de rascacielos de la ciudad, con piscina infinita en el ático. Pero por mucha foto que se vea, el estar allí, frente a ese horizonte futurista de rascacielos, las nubes… y bañándose al borde de un abismo, es una sensación increíble.
Recuerdo los gritos de quinceañeros que empezamos a dar mi amiga @byromacalderon y yo cuando vimos el panorama, saltando como dos pavos mientras el guarda de seguridad no podía contener la risa.
Una metrópolis malaya por descubrir.
Me dio la impresión de que Kuala Lumpur, como Nueva York, Hong Kong, Tokio, Berlín, etc… son ciudades estado en sí mismas. Más allá de ser capitales y pertenecer a determinados países, su población, cosmopolitanismo e idiosincrasia es tanta, que se convierten en seres autónomos, con vida e historia propia.
Dos tardes pasé en esta ciudad y sinceramente, quiero volver. La mezcla de razas, religiones, el ambiente un poco Blade Runner de rascacielos contrastando con los puestos de comida callejera y farolillos chinos… Es una auténtica gozada que, a alguien como yo que no había visto nada igual, lo deja lleno de intriga.
Valga esta foto para picaros la curiosidad sobre esa ciudad que promete sorpresas: Kuala Lumpur, capital de Malasia.
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