Un mercado de Kuala Lumpur supongo que no es muy diferente de los de otras metrópolis asiáticas como Bangkok o Shangay.
Yo había visto ya mercados de Asia en Bali, pero bastante más enfocados al turismo. Este de Kuala Lumpur me encantó por esa mezcla de turistas y locales, souvenirs y alimentos, puestos de comida callejera mezclados con ropa y recuerdos baratos. Europeos (más bien pocos) y australianos, mezclados con trabajadores indios, malasios y la numerosa comunidad china del Chinatown de Kuala Lumpur.
Columnas de humo que huelen a clavo y curry bajo farolillos rojos y, por encima del mar de gente y puestos, sobresaliendo entre los restos de arquitectura colonial, los altísimos rascacielos. Una escena que no pude evitar relacionar con esa atmósfera loca y cosmopolita de Blade Runner. Debo decir que el ambiente me conquistó por entero, y pasé varias horas recorriendo callejas, mirando mercancía, espiando los warungs y restaurantes… Viendo toda esa vida que descubría como por primera vez.
La noche en el mercado.
Al anochecer continuaba el barullo y las llamadas de los vendedores. «Mister, ¡mister!»… cada uno intentando llamar la atención hacia sus artículos.
Por suerte en Kuala Lumpur basta una simple negativa sonriendo para que no insistan más. Y por supuesto no podía perder la oportunidad de sentarme y cenar allí mismo, en primera fila, con el placer de pedir no se sabe qué y contemplar, con una buena cerveza fría, el río de compradores y paseantes.
Hay cosas de un viaje que te dejan en el acto un maravilloso sabor de boca. Y una de ellas fue sin duda, el recorrer ese mercado de Kuala Lumpur.
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