[vc_row][vc_column][vc_single_image image=»3024″ img_size=»full» add_caption=»yes» alignment=»center»][vc_separator color=»green»][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]La Granada romana es algo que parece no existir, desconocida para los visitantes y hasta para muchos granadinos. La falta de restos visibles y la fuerza de la fama del «embrujo moro», hacen que parezca que Granada no es nada más allá de lo nazarí.
La triste mirada de esta estatua del Museo Arqueológico de Granada, es una buena metáfora de la realidad. En esta ciudad no hay vestigios romanos porque no se ha querido; porque no se ha excavado lo suficiente. Y porque lo que se ha encontrado, se ha vuelto a enterrar, víctima de la falta de miras institucional.
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Pero… ¿existió una Granada romana?
Existió y fue importante, un municipio que dio varias familias al senado de Roma. Ya son dos las villas excavadas en los últimos años que han sorprendido por su tamaño y riqueza: una yace enterrada bajo un gimnasio y un supermercado, y la otra (crucemos los dedos) se excava actualmente.
Pero los restos más importantes se encuentran sin excavar, en la zona alta del Albaicín. Aunque buena parte de la ciudad íbera y romana no puede ser estudiada, por estar bajo construcciones actuales, un sector sí que ofrece la posibilidad de ser sacado a la luz. Y un sector importante, pues seguramente el foro o parte de él se encuentra en el solar.
Se trata de la parte más alta del conocido bario granadino, entre la Puerta Monaita y paralelo a la muralla zirí de la ciudad. Son terrenos de titularidad pública, abandonados, bajo los que duermen los restos de la Alcazaba Cadima y el Palacio del Rey Badis (hispanomusulmanes), el foro romano de Florentia Iliberritana, y la zona de élite del oppidum de Iliberri. Y muy probablemente, un asentamiento argárico anterior.
Pero ahí está, esperando una acción que parece no llegar nunca. La Granada romana duerme tan solitaria y triste, como la mirada de esta estatua.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]
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